Durante el pasado 24 junio tuvo lugar en el Monasterio de Santa María de la Vid, en la provincia de Burgos, España, las bodas de oro del Prior General Y otros trece agustinos que también celebraban sus veinticinco años de profesión religiosa, entre ellos el P. Javier Pérez Barba, Asistente del General para Europa del Sur
Ya han pasado 50 años desde su profesión simple. Toda una vida entregada al Señor en la Orden. Un amplio recorrido vital en el ejercicio de su vocación, repleto de experiencias, momentos de gozo, alegría y trabajo esforzado para extender el Reino de Dios.
En un ambiente celebrativo, arropado por sus compañeros de fatigas, el P. Alejandro se refirió en la homilía a esos doce agustinos que, como él, renovaron durante aquella jornada su primer “sí” rotundo al señor. “Algunos profesasteis hace 25 años, otros celebramos 50 de nuestra primera profesión y otros más fuisteis ordenados sacerdotes tal día como hoy. Pero todos los que estamos aquí, no sólo los citados, hemos sido llamados a una vocación, y tenemos una misión que llevar a cabo”.
Romper la sordera
A lo largo de su alocución al resto de frailes y familiares allí presentes, el P. Alejandro recordó las palabras de San Agustín cuando la llamada de Jesús “rompió su sordera”. “Dios nos llama porque nos ama y porque ama a los hombres a quienes nos ha enviado”.
“La fiesta que hoy celebramos algunos de nosotros es nuestra vocación, que es el motivo y la razón que da sentido a la vida de los hombres. Quien vive sin conocer su propia vocación es como quien vive sin una identidad clara”, apuntaba el P. Alejandro. “Dios tiene un plan sobre cada hombre y descubrir su amor forma parte de la existencia humana. Encontrado el tesoro, ya no se quiere perder y todo el resto de los bienes son accidentales. Por eso prometemos obediencia al Amor Eterno: pobreza, para dar a los otros la riqueza de Dios, como Jesús que se da a sí mismo hasta morir en la cruz, y castidad para compartir ese Amor con todos los seres humanos desde la fraternidad”.
“Pedimos al Señor -continuaba el Prior General- por cada uno de nosotros y por el tesoro imperecedero de la vocación; oramos por quienes aquel día hicieron la profesión o fueron ordenados a nuestro lado y, habiendo combatido bien su combate, cerraron ya los ojos a este mundo con la esperanza de abrirlos a la Hermosura siempre antigua y siempre nueva que los hizo para sí y para sí los quiso”, y concluía diciendo: “Damos gracias a Dios porque ha adornado la ofrenda de nuestra entrega imperfecta con los dones de la perseverancia y la fidelidad”.
Tras el acto litúrgico, los frailes y sus familias tuvieron ocasión de compartir un momento de asueto y disfrutar de una comida en un ambiente festivo y distendido en el comedor del Monasterio de la Vid.