El P. Edward Daleng, asistente general para África, realizó en nombre del prior, P. Alejandro Moral, una visita canónica de renovación a la comunidad agustiniana de Hipona
En lo alto de una de las colinas que circundan la ciudad de Hipona, la actual Annaba, se alza imponente la Basílica de San Agustín, cuya magnífica iluminación hace que incluso de noche pueda observarse desde distintos puntos de la ciudad. Y es precisamente en este lugar sagrado donde la comunidad agustiniana de Annaba, formada por tres hermanos, ejerce uno de sus principales apostolados: recibir a peregrinos y visitantes que acuden en busca de consuelo espiritual, paz o sentido de la vida, incluso para fieles de otras confesiones.
Como relata el P. Daleng, “además de la acogida, otra misión de dicha comunidad es la custodia y presencia continua en la Basílica, donde acompañan a los jóvenes universitarios que vienen de diferentes países del África subsahariana para estudiar, atienden a la feligresía u ofrecen asistencia espiritual a las Hermanitas de los Pobres, a los presos y a los emigrantes que tantas veces se encuentran desamparados y necesitan consuelo y cobijo.” Son muchos, ciertamente, los que encuentran en estos frailes un punto de referencia al que acudir en momentos de dificultad.
Del mismo modo, el asistente general para África, resalta la relación cordial que existe entre el Ordinario del lugar y los hermanos, marcada por un buen espíritu de trabajo y comprensión mutua con los demás religiosos de la diócesis, el clero local y los fieles de la diócesis de Constantin-Hippone. Así, con motivo de la festividad de San Agustín, el 28 de agosto, se celebró en la Basílica una misa solemne presidida por el obispo Nicolas Lhernould a la que asistieron algunos religiosos y religiosas, estudiantes y fieles locales.
En su homilía, el Obispo se centró en la oración de las comunidades cristianas primitivas, invitando a sus fieles a dejarse inspirar por el espíritu agustiniano de preocupación por los demás y de la necesidad de caminar juntos como miembros de una única familia cristiana. Recordó, asimismo, como refiere el P. Daleng, “la importancia de extraer algunas lecciones del obispo Agustín, como el trabajo por el buen orden en la sociedad, por la armonía y por la unidad de los fieles de Cristo, la Iglesia, y la salvación de las almas”.
En palabras del asistente general “fue un singular privilegio haber visitado y celebrado la fiesta de San Agustín en la tierra donde vivió y ejerció su ministerio, donde su memoria nos recuerda sus obras, enseñanzas y ejemplo, que aún hoy brillan en la Iglesia”.