La Provincia de Nigeria de la Orden de San Agustín ha ido adquiriendo con el transcurso de los años un papel preponderante en la labor de la Iglesia católica en África.
Sus 20 escuelas repartidas por todo el país, su papel como mediador por la justicia y por la paz en una región azotada por el terror yihadista, sus seminarios llenos y sus frailes peinando todo el territorio, permiten ver de forma esperanzada el trabajo que los herederos de San Agustín están llevando a cabo en Nigeria.
Con ocasión de la profesión de votos solemnes de dos de sus frailes en Valladolid, el P. Anthony Kanu atiende a la oficina de la Curia General desde Madrid.
Padre, muchas gracias por atendernos en mitad de su agenda. ¿Cuál es la situación actual de la Provincia? ¿Cuántos frailes tenemos? ¿Cuáles son las diferentes realidades a las que, como Orden, estamos respondiendo en Nigeria?
La Provincia de Nigeria es la única Provincia con la que la Orden cuenta en África, donde también hay otras circunscripciones, pero aún no con el status provincial. Tenemos 126 frailes profesos, de los cuales 124 son sacerdotes. Como Orden, hoy por hoy, nos enfrentamos con realidades muy diversas. En primer lugar, el apostolado parroquial, donde trabaja la mayor parte de nuestros hermanos, tratando de compartir la espiritualidad agustiniana con los laicos. Y esta espiritualidad que compartimos con ellos viene de nuestro carisma, que es una vida comunitaria, compartiendo nuestra vida unos con otros y apoyándonos mutuamente. Además de las parroquias, tenemos más de 20 escuelas de diferentes niveles, tanto de primaria como de secundaria y bachillerato, donde colaboramos un buen número de padres e intentamos instruir a los estudiantes mediante la pedagogía agustiniana. Dada la situación actual en nuestro país, especialmente en términos de seguridad, estamos introduciendo a nuestros estudiantes en el modelo de paz que nos propone nuestro padre San Agustín, buscando descubrir a Dios dentro de su corazón para luego poder compartirlo. Tratamos de descubrir a Dios, que es el Príncipe de la Paz, y luego tratamos de compartir esta paz con los demás. Y esto, necesariamente, empieza por uno mismo. Cuando descubrimos la paz dentro de nosotros mismos, entonces podemos compartirla con los demás.
¿Cómo es trabajar en un entorno tan hostil, acosado por el terror de Boko Haram y con tanta inestabilidad social?
En este sentido, nuestra Provincia está comprometida con la justicia y la paz, tomándose muy en serio la Laudato Si en el sentido que nos señala el Papa Francisco a la hora de mejorar de forma integral el medio ambiente. Este es un enfoque muy agustiniano, y a través del Padre Emeka, hemos vertebrado en forma de ONG mucho de este trabajo. También, como mencionas, estamos trabajando y apoyando a personas que se han visto afectadas por el terrorismo. En este momento, por ejemplo, tenemos a una chica que fue detenida por Boko Haram y que ha sido liberada, de modo que estamos ayudándola a que vuelva a la escuela, porque estaba estudiando para ser enfermera, y pueda terminar su formación. Estamos comprometidos a diferentes niveles para ver cómo mejoramos la sociedad nigeriana. Concretamente en este tiempo, cuando se hace tanto hincapié en la división por etnias, la familia agustiniana está aportando la idea de “un solo corazón y una sola alma centrados en Dios” a pesar de las dificultades y los retos, por lo que estamos avanzando como país y como Provincia.
Padre, ¿cuál diría usted que es el papel de la Iglesia católica en África y para todo el mundo?
En este momento, ciertamente, África está siendo bendecida con muchas vocaciones y, sobre todo, con un buen número de buenas vocaciones, porque muchos de nuestros hermanos están llevando el mensaje del Evangelio a la gente a la manera africana, de una manera viva. Para nosotros, el Evangelio no es sólo el mensaje sino una forma de vida que intentamos vivir y transmitir y esto atrae a mucha gente. Así que en este momento en que África es bendecida con tantas vocaciones, lo que tratamos de hacer, especialmente en la Orden, es ver cómo respondemos a las necesidades de otras provincias repartidas por el mundo que tienen necesidad de hermanos para trabajar y vivir en sus comunidades. Y la Provincia de Nigeria, así como los vicariatos del Congo, de Tanzania y de Kenia han podido hacerlo. Aquí en España, por ejemplo, tenemos siete frailes trabajando; en Roma hay también siete hermanos, en el Reino Unido seis y quizá otro en camino, uno en Irlanda, otro en Polonia, otros en los Estados Unidos. Como puedes ver, tenemos muchos hermanos en diferentes lugares, y también en África mismo, en países como Sudáfrica, la República de Benin o Kenia, en la casa internacional. Así que estamos tratando de ver cómo proporcionamos ayuda a aquellas circunscripciones que están luchando con los números. El futuro pertenece a Dios y ese es el modo africano. Y tenemos muchas esperanzas de que, si elegimos lo mejor, las cosas cambien. Así que no estamos desanimados en África. Nos sostenemos en la fe de que el futuro de la Orden y el futuro de la Iglesia, incluso en Europa, será mejor, porque la Iglesia no nos pertenece a nosotros, sino también a Dios. Y Él es quien a fin de cuentas nos sostiene.
Habló con firmeza en el desayuno informal que hemos tenido con el personal de la Provincia de San Juan de Sahagún sobre, tal y como señala el P. Alejandro, la importancia de la unidad en este momento. Como católicos, ¿de qué manera podemos trabajar en esa unidad, sabiendo que la singularidad de la Orden reside también en la autonomía de que cada circunscripción decida lo que necesita para su tarea apostólica? ¿Cómo podemos trabajar en estas dos direcciones de entender la unidad dentro de la Orden?
Hay formas diferentes dentro de una misma realidad. Cada circunscripción necesita cierto grado de independencia para funcionar. Pero también, como Orden, pertenecemos a una familia y esto es muy fácil de entender cuando caminas con la mente de Cristo y te centras en lo que Cristo quiere para su Iglesia. Esto, ciertamente, te ayuda a establecer un equilibrio entre la independencia y la dependencia; una sana autonomía. Si permitimos que Cristo hable a nuestros corazones en estos momentos, se hace muy fácil comprender realmente en qué punto debemos encontrarnos. En África, por ejemplo, en este momento, nos estamos tomando más en serio nuestra Unión de Frailes Agustinos. Y por eso, tenemos a muchos hermanos trabajando y moviéndose en diferentes circunscripciones, ayudando así a que no se conviertan en circunscripciones cerradas caminando solas.
Hemos comenzado con esto en África, pero tenemos a otros tantos hermanos en diferentes lugares, en otros continentes, trabajando en diferentes circunscripciones, por lo que esperamos que durante nuestra reunión del próximo año podamos explorar otros puntos de colaboración. Y a pesar del hecho de nuestra independencia como circunscripciones, también se puede ver que en varias circunscripciones están empezando a abrirse a otras opciones de colaboración. Ojalá fuera algo que ocurra de manera rápida y automática. En este sentido, la historia nos ha enseñado que todo el mundo se adapta, tarde o temprano, a la realidad. Esto puede ser difícil, pero hoy vemos que realmente estamos llegando a alguna parte. Muchas circunscripciones están empezando a abrirse, especialmente a los africanos, para trabajar con ellos en sus propias circunscripciones, por lo que creo que hay un progreso en este sentido.
Volviendo a la Provincia de Nigeria, ¿cuánto tiempo lleva allí la Orden?
La fundación fue en 2001. Pero antes, desde 1938, los agustinos irlandeses han estado en África. Han estado en Nigeria trabajando, y un buen número de diócesis en Nigeria nacieron como fruto del trabajo de estos hermanos. La diócesis de Yola, por ejemplo, nació gracias al trabajo de los agustinos irlandeses, así como la diócesis de Jalingo o la de McDougall. Y ahora tenemos una nueva diócesis, Wukari, también fruto del trabajo de los agustinos irlandeses, que comenzaron su labor ya en 1938.
Y la última pregunta. Para usted, ¿qué es lo más importante, como sacerdote agustino, en este momento de la historia? ¿Cuál cree que debe ser nuestro papel en este contexto, como católicos y en relación con la iglesia, y al mismo tiempo con los laicos y con todos aquellos que no quieren saber nada acerca de la iglesia? ¿Cómo podemos difundir el Evangelio en este momento de la historia y qué podemos hacer para ayudar a la gente a acercarse a Dios?
La orden agustiniana tiene un enorme patrimonio en términos de espiritualidad, pero hace falta una mayor comunicación de esta espiritualidad con el mundo. En este sentido, pienso que la mayor herencia que tenemos como agustinos es la de la comunidad, independientemente de quién seas o de dónde vengas. Eso es muy importante y no hace falta predicar sobre ello para que la gente lo vea. Es algo que se vive. Y encaja bien con la realidad histórica actual, en la que los jóvenes no están interesados en lo que ves, en lo que dices, sino que les interesa lo que ven en ti. Lo que más les atrae, en este sentido, es lo que ven y no lo que oyen. Y cuando el mensaje no concuerda con lo que ven, entonces eso deriva en una crisis de fe. Así que el mayor regalo que los agustinos pueden ofrecer al mundo en este momento es esa idea de comunidad, crear una verdadera comunidad. Y entonces, las personas llegarán a un punto en el que serán capaces de ver algo diferente en ti, aunque no sean cristianos o católicos. Empezarán a interesarse, porque todo el mundo quiere una comunidad en la que sentirse seguro y feliz. Y si el mundo, los jóvenes, descubren la seguridad y la alegría de Dios en la comunidad, o como sea que la llames, estarán felices también ellos de compartir la Buena Nueva. Tenemos que llegar a ese punto en el que entendamos la herencia que tenemos como agustinos, y estemos listos, ansiosos y celosos de compartir este mensaje con todo el mundo. Aquí en Europa, por ejemplo, estamos llegando a un punto en el que es necesario empezar a comprometerse. Necesitamos que la gente forme parte de esta comunidad y que también puedan ayudar a compartir esto en el contexto de la familia, en el contexto de sus lugares de trabajo. ¿Y qué pasa con los compromisos que tienen? Porque los laicos tienen más compromisos que nosotros como sacerdotes, ya que están plenamente en el mundo y entienden la dinámica del mundo. Tenemos que incorporarlos a esta forma de vida, a una comunidad, para que sean capaces de salir y llegar a los demás. Pero nosotros mismos tenemos la responsabilidad de apreciar la herencia que tenemos como agustinos. Y también necesitamos estar dispuestos a compartirlo. Y por último, necesitamos esperanza. No seamos pesimistas sobre el futuro por la sencilla razón de que nos hemos vuelto tan científicos que pensamos que podemos predecirlo. Nuestra fe nos dice que el futuro pertenece a Dios y que está en sus manos. Y si tenemos esperanza, Dios puede convertir la peor situación imaginada en la mejor posible.