Remontando parte del río Ticino, dejando atrás el Puente Cubierto y sus estorninos que devoran lo que la corriente va dejando a su paso; cruzando el Duomo, las terrazas y puestecillos cuyos tenderos van recogiendo la faena del día, llegamos hasta la Basílica San Pietro in Ciel d’Oro.
Podría ser cualquier otra semana de invierno en Pavía, con sus ritmos de ciudad tranquila, con su niebla sempiterna y sol macilento. Sin embargo, desde el 25 al 28 de febrero, en el seno de la comunidad agustiniana, ha tenido lugar la conmemoración de los 1.300 años desde el traslado de los restos de nuestro querido Padre Agustín desde Cagliari, en Cerdeña, hasta la localidad lombarda.
Un Santo impertérrito a los avatares del tiempo
La celebración de la Misa Solemne que conmemora estos hechos contó con una nutrida representación de autoridades civiles, militares y eclesiásticas que quisieron participar en la exposición y veneración de los restos del Santo junto a más de un centenar de fieles.
Nicolas Lhernould, obispo de Constantina e Hipona -diócesis esta última que tuvo como pastor a San Agustín entre los siglos IV y V-, ofició la Santa Eucaristía. Durante la homilía tuvo a bien recordar el trabajo que este Padre de la Iglesia va haciendo en el corazón de cada hombre que se acerca con humildad a sus escritos; invitándonos a surcar la aridez del desierto espiritual en el que a veces nos hallamos, porque el desierto es lugar de encuentro con Dios y con uno mismo, y espacio en el que el prójimo es reconocido como un tesoro.
Como concelebrantes estuvieron el obispo de Pavía, Corrado Sanguineti, y los obispos agustinos Luis Marín de San Martín, subsecretario del Sínodo, Domenico Berni y Giovanni Scanavino. También quisieron formar parte de las ceremonias de estos días el prior provincial de Italia, el agustino Giustino Casciano, y el Consejero General de la Orden para Europa del Sur, el P. Javier Pérez Barba.
Todos coincidieron en lo especial y único de este momento, de esta fecha, que no es sino significado del impertérrito transcurso del tiempo para San Agustín y su magisterio.
El cardenal Angelo Bagnasco: “Agustín alzó su voz y afirmó que Cristo es el único Salvador”
"La Divina Providencia dispuso que el cuerpo de San Agustín viniera a Pavía: es un don y una gran tarea. Desde esta gloriosa basílica de San Pietro in Ciel d'Oro, su voz se eleva y es eco de los siglos: nos recuerda a nosotros, Italia, cansada Europa -cuna del cristianismo-, que sólo Dios responde al corazón del hombre, sólo Él es el sentido de la historia. En tiempos turbulentos y confusos, sin miedo a nadie, Agustín alzó su voz y afirmó que Cristo es el único Salvador".
La resonancia de las palabras del cardenal Bagnasco, arzobispo emérito de Génova, ciudad por la que pasaron las reliquias del Santo camino de Pavía, todavía permanecen vivas, como ya ocurriera en la Solemnidad de San Agustín de hace un par de años, en los participantes en el solemne oficio pontificio de la mañana del 26 de febrero.
El cardenal, durante su intervención en la Santa Misa, quiso recordar el amor de San Agustín al hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, y cómo ese amor “es el alma de la Iglesia”. “Es su corazón palpitante porque nace del corazón traspasado del crucificado”, señalaba para a continuación agregar: “La Iglesia no nace de nuestro 'hacer' sino de nuestro 'contemplar' el rostro de Jesús, en quien descubrimos nuestra identidad".
"Que este centenario contribuya no sólo a difundir su eminente doctrina y a dar a conocer su inmensa talla como figura histórica, sino también a acrecentar nuestro afecto hacia él, nuestro amor, nuestra devoción" (P. Javier P. Barba)
Esa fue la tarea de San Agustín: mostrar la grandeza de Cristo a través de la actitud y acción contemplativa de las muchas maravillas y padecimientos que conforman la vida humana.
Por su parte, el P. Javier Pérez Barba, en su alocución final antes de la conclusión de este nuevo encuentro eucarístico pidió a los asistentes “que el Señor nos conceda, por intercesión de Nuestro Padre San Agustín, que las actividades, celebraciones y oraciones relacionadas con este centenario contribuyan no sólo a difundir su eminente doctrina y a dar a conocer su inmensa talla como figura histórica, sino también a acrecentar nuestro afecto hacia él, nuestro amor, nuestra devoción”. “Después de tantos siglos de reposo en esta ciudad, san Agustín debe ser importante para Pavía”, apuntaba el P. Javier; “hombre de enorme fuerza intelectual, incansable buscador de la verdad, San Agustín debe ser importante para su universidad; Padre y Doctor de la Iglesia, hombre de Dios por su santidad de vida, San Agustín debe ser importante para su diócesis; y Pavía debe ser importante para nosotros, que nos definimos hijos, discípulos y seguidores suyos”.
El P. Antonio Baldoni, prior de la Basílica San Pietro in Ciel d’Oro: “San Agustín es un maestro de humanidad”
Poco antes del guardado de los restos de San Agustín, expuestos de forma ininterrumpida durante estos cuatro días, el P. Antonio Baldoni, prior de la comunidad de Pavía, habló para la Oficina de Comunicación de la Curia sobre la devoción popular vivida durante la realización de estos actos conmemorativos. “El hecho de que tantas personas se emocionen frente a los restos mortales de San Agustín es algo que a nosotros, como comunidad, nos conmueve profundamente y nos anima a seguir promoviendo su figura”.
A la pregunta de cómo se puede hacer atractiva la doctrina de este Padre de la Iglesia para el mundo de hoy, el P. Baldoni nos contaba cómo el obispo de Hipona fue y es todavía hoy “un maestro de humanidad, no solamente de espiritualidad, que también”. “Es un hombre que ha estudiado al ser humano, su interioridad, su miseria, su pecado”. “En un momento de violencia, de tragedia -prosigue el P. Baldoni- San Agustín se desmarca como un hombre de paz (léase el capítulo dedicado a este propósito en La ciudad de Dios), ordenado hacia Dios desde esa paz. Esa es una de las enseñanzas clave que debemos extraer de él hoy en día”.