Si algo caracteriza a la Orden de San Agustín, ya desde sus orígenes, es un carácter misionero que ha llevado a tantos hermanos a recorrer territorios ignotos con el único deseo de anunciar el Evangelio “hasta los confines de la tierra”
Los misioneros agustinos han dejado (y dejan todavía hoy) una huella indeleble no sólo en los corazones de tantas personas sino también en lugares concretos que un día fueron testigos de la llegada de aquellos que lo dejaron todo por dar a conocer un amor sin límites.
Por ello, desde la oficina de comunicación de la Curia General, queremos visitar algunos de los enclaves más singulares que la Orden tiene repartidos por el mundo entero.
Ruinas de la Iglesia y Convento de San Agustín (Goa, India)
Goa, en el suroeste del llamado “subcontinente indio”, era la antigua capital de la India portuguesa durante el siglo XVI. Debido a su importancia y a su posición estratégica, se constituyó en un centro de evangelización para toda la región, pues jesuitas, franciscanos y agustinos se establecieron allí durante los siglos XVI y XVII. Asimismo, la ciudad desarrolló un comercio y un ambiente cultural tan elevado que llegó a tener privilegios administrativos similares a los de Lisboa.
Fundada en el siglo XV por el sultanato de Bijapur como un puerto comercial a orillas del río Mandovi, fue conquistada en 1510 por Alfonso de Albuquerque: el primer virrey de la que desde entonces sería la India Portuguesa.
Cuando los agustinos desembarcaron en 1597, inmediatamente emprendieron la fundación de la iglesia y convento de San Agustín. Es de reseñar cómo dichas edificaciones reflejan el intercambio cultural acaecido entre Portugal y la India; si bien en la estructura de dichos edificios se ciñe a las características propias del barroco europeo, numerosos elementos decorativos del interior fueron creados por artesanos locales, descendientes de una rica tradición escultórica y pictórica india.
Desgraciadamente ambos edificios se encuentran a día de hoy en ruinas ya que la bóveda se desplomó en 1842 y la fachada cedió en 1936. De los restos de la iglesia, lo que más llama la atención es la torre campanario de 42 metros de alto que aún, a pesar de todo, se mantiene en pie, a pesar de que el convento fue abandonado en 1835, cuando la Vieja Goa fue azotada por una serie de epidemias.
Basílica del Santo Niño de Cebú (Cebú, Filipinas)
Cuando Magallanes llegó a Filipinas en abril de 1521, regaló a la reina Juana de Cebú la imagen del Santo Niño, que desde la llegada de los primeros agustinos en 1565 con la expedición de Legazpi-Urdaneta, quedaría ligada a la Orden en aquel enclave privilegiado que se convertirá en la puerta de difusión del Evangelio en el Extremo Oriente.
Para albergar la imagen del Santo Niño se construyó en la ciudad de Cebú una capilla que sucesivamente fue creciendo hasta la actual basílica y convento, que datan de 1739. Paralelamente, la relación de los agustinos con dicha advocación se consolidó al establecer al Santo Niño como patrono de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas desde el año 1575.
A lo largo de los siglos, el pueblo filipino ha manifestado una profunda devoción al Santo Niño, convirtiendo la basílica en centro de peregrinación mundial desde que Pablo VI, en 1965, le otorgase la categoría de “Basílica Menor” en 1965. Cada año, el tercer domingo del mes de enero, se celebra en la ciudad de Cebú la fiesta del Santo Niño con actos multitudinarios y festivos.
Templo y ex convento de Santiago Apóstol de Ocuituco (Morelos, México)
El monasterio de Ocuituco es el primero que los agustinos fundaron en América en 1533. La intención original de la Orden era construir su monasterio en la Ciudad de México; sin embargo, Carlos I de España se opuso a este plan porque en ese momento ya se estaban construyendo dos conventos en dicha ciudad: uno por parte de los franciscanos y otro edificado por los dominicos. En aquel entonces, el monarca consideraba que la urbe iba a ser incapaz de financiar, sostener y promocionar tres monasterios al mismo tiempo. Fue entonces cuando los agustinos decidieron establecer su primer emplazamiento en Ocuituco motivados por el deseo de los pobladores de la región de recibir una misión evangelizadora y por el hecho de que el territorio había sido entregado como tierra de encomienda al obispo de México, Juan de Zumárraga.
En 1547 finalizaron las obras del convento, activo hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando fue abandonado. La iglesia, no obstante, se mantuvo en funcionamiento. En 1965 la Orden volvió a administrar el edificio conventual e inició un proceso de restauración de toda la estructura. En 1977 se habilitó el claustro para la educación de novicios, función que poco después dejó de cumplir.
Desde 1994 es considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como parte de los Monasterios en las faldas del Popocatépetl.
Basílica de San Agustín (Annaba, Argelia)
Inaugurada el 23 de octubre de 2013 después de un largo proceso restaurativo, la basílica de Annaba supone un enclave privilegiado para la orden agustiniana. Lo es no sólo como signo de paz y armonía entre pueblos de diferentes culturas y religiones sino por situarse en la tierra de san Agustín como un vestigio monumental del lugar en el que se desenvolvió parte de su peregrinaje por esta vida. Como afirmó monseñor Paul Desfarges, obispo de Constantine, durante su re-inauguración, “la Basílica debe permanecer al servicio del diálogo entre las dos orillas del Mediterráneo”.
Su construcción original data de finales del siglo XIX, aunque no fue dedicada hasta el 24 de abril de 1914. Se dice que el emplazamiento se escogió por su cercanía al lugar que acogió la basílica original construida por el mismo San Agustín, y donde murió en el año 430 durante la invasión de la provincia romana de África.
San Pietro in Ciel d’Oro (Pavía, Italia)
Alrededor del 722 hubo que trasladar las venerables reliquias de San Agustín, que desde comienzos del siglo VI reposaban en la iglesia de San Saturnino de Cagliari. El motivo esta vez fue el avance de los musulmanes; que amenazaban con su hostigamiento el futuro de la isla sarda. El rey Liutprando consiguió rescatar los restos de nuestro padre espiritual pagando por ellas una gran suma de dinero y poniéndolas a salvo en la capital de su reino, Pavía, donde serían depositadas en San Pietro in Ciel d’Oro.
En la cripta de esta iglesia, junto a los restos del filósofo cristiano Severino Boecio, descansaron los huesos de Agustín hasta que, a mediados del siglo XIV, los agustinos levantaron un mausoleo de extraordinaria belleza. La obra tardó en realizarse más de veinte años, ubicándose en el mismo ábside del templo y constituyendo una verdadera obra de arte realizada en mármol blanco de Carrara. Un total de cincuenta bajorrelieves y centenares de figuras esculpidas pretenden ser un compendio de la fe y la vida del Santo, como una gran catequesis en imágenes.
Enclavada en un punto estratégico que comunica la Europa central y nórdica, la ciudad de Pavía se convirtió ya desde el principio en lugar santo de peregrinación, siendo miles los peregrinos que se han desplazado hasta allí para venerar los restos del obispo de Hipona, doctor de la Iglesia Universal.
Escuela Santo Tomás de Villanueva de Manokwari (Papúa, Indonesia)
El jesuita holandés Cornelis Le Cocq d’Armandville fue el primero en llevar la fe a Nueva Guinea en el siglo XIX. Su obra misionera se detuvo después de su muerte en 1896 y no será hasta después de la I Guerra Mundial cuando se retome por parte de los misioneros holandeses del Sagrado Corazón de Jesús de Tilburg. Posteriormente, acabada la II Guerra Mundial, se unirán a la misión otras congregaciones y órdenes dada la amplitud del territorio. Fue así como llegaron los franciscanos (también holandeses) y los crosiers de los Estados Unidos. Años después, en 1953, los franciscanos transfirieron la misión de toda la península del Vogelkop a los agustinos, siendo el hermano Piet van Diepen (O.S.A) el primer obispo de Manokwari, entre 1966 y 1988.
Actualmente, la Orden de San Aguastín cuenta con siete obras en Papua-Barat, divididas entre conventos y escuelas, además de algunas parroquias que sirven a las diferentes comunidades católicas de la isla. Concretamente, la escuela agustina de Manokwari se divide en dos secciones: la SMA Villanova Manokwari-Susweni, con internado (para los grados 10-12) y la SMP Villanova Manokwari-Maripi, con internado para los grados 7-9 y para los estudiantes más jóvenes. Su misión, como tantas otras escuelas de la Orden repartidas por el mundo, es atender las necesidades de los niños locales ofreciéndoles una educación completa y de calidad. De hecho, la elección del Santo Protector no es casual, pues el agustino Santo Tomás de Villanueva, obispo de Valencia, hizo de la caridad y el amor a los más necesitados el centro de su vida pastoral y teológica, erigiéndose como un ejemplo a seguir por todas las misiones agustinas situadas en la primera línea de los más necesitados.