Monseñor Luis Marín OSA nos acerca en estas líneas algunas reflexiones sobre los diez años de pontificado del Papa Francisco
Se cumplen diez años del pontificado del papa Francisco. No cabe duda de que sus palabras, gestos y decisiones, suponen un revulsivo a nuestro habitual sopor, nos sacan de nuestras seguridades, nos cuestionan y, tal vez, incluso nos inquietan. Estamos viviendo un pontificado profundamente renovador. Y la clave está en el Evangelio. Debemos pensar en lo que supuso la novedad cristiana para los criterios políticos y religiosos del judaísmo o del paganismo romano. Un soplo de aire fresco, una inyección de optimismo, la llegada de otra realidad, otro modo de ser y de existir: auténtico, coherente, verdadero. Tendemos a buscar seguridades. Pero nuestra única seguridad es el Señor Jesús, una persona viva a quien solo podemos conocer desde la relación, desde la experiencia. Y nos llama al seguimiento, entendido como identificación con él. Entonces nuestra vida cambia; se orienta hacia la felicidad que anhelamos.
El referente del Papa, san Francisco de Asís, pedía a los cristianos vivir el Evangelio “sine glossa”, sin interpretación reduccionista, sin rebajarle exigencia y mordiente. Es el camino del amor verdadero, que siempre es radical. Cuando el papa habla de una Iglesia “en salida”, “hospital de campaña”, “pobre y para los pobres”; cuando se refiere a la centralidad de la misericordia porque “Dios perdona siempre” e invita a ir a las “periferias existenciales” para realizar la “revolución de la ternura”; cuando critica el “clericalismo”, la “autorreferencialidad” y el “involucionismo”; cuando rompe nuestros esquemas y nos molesta con lo que nos parecen ocurrencias que perturban la paz del orden establecido; tal vez no le comprendamos. Entonces debemos ponernos ante la lógica del Evangelio y, en actitud orante, abrirnos al Espíritu. Solo así podemos entender. Releamos la Gaudete et exsultate, esa hermosa exhortación apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo, del 19 de marzo de 2018.
Podríamos hablar y comentar muchas cosas de estos diez años de Francisco, un papa muy consciente de su fragilidad, de su imperfección, de sus límites. Y que, por eso, siempre pide que recemos por él. Voy a sintetizarlos en tres imágenes, tres documentos y tres conceptos.
Las tres imágenes:
Su presentación al pueblo tras ser elegido. El 13 de marzo de 2013 el nuevo papa apareció en el balcón de San Pedro: con la sotana blanca, sin muceta, sin roquete, sin estola. Puso a toda la plaza a rezar, se inclinó para pedir la oración de todos por él, insistió en la fraternidad. Se iniciaba un nuevo camino con este papa jesuita, venido casi del fin del mundo (tras siglos de papas europeos: el último no europeo había sido el sirio Gregorio III, 731-741).
El abrazo, la caricia, a un enfermo desfigurado. El 6 de noviembre de 2013 Francisco confortó a un enfermo de neurofibromatosis, lleno de tumores y espantosamente desfigurado. El propio enfermo declararía después: “no soy contagioso, pero él no lo sabía”.
La oración para pedir el fin de la pandemia. El 27 de marzo de 2020, en una Plaza de San Pedro desierta y espectral. Todos estábamos en la misma barca, frágiles y desorientados. Y todos, juntos, mirábamos al Señor Jesús.
"Agradezco de corazón al Señor el don de estos diez años de Pontificado, que nos recuerdan la centralidad de la misericordia, la apertura al Espíritu y el dinamismo evangelizador" Mons. Luis Marín OSA
Los tres documentos
Evangelii gaudium (24 de noviembre 2013), exhortación apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual. Es el documento programático, de obligada lectura para conocer las claves del pontificado.
Laudato si’ (24 de mayo de 2015), carta encíclica sobre el cuidado de la casa común. Uno de los documentos de mayor impacto a nivel popular, incluso entre los no creyentes.
Fratelli tutti (4 de octubre de 2020), carta encíclica sobre la fraternidad y la amistad social. Desarrolla los principios de compasión y solidaridad humana y abre nuevas y sugerentes perspectivas al diálogo interreligioso.
Los tres conceptos
Sinodalidad. Es la gran apuesta del pontificado de Francisco, retomando la realidad eclesial, ya presente de la Iglesia primitiva, y desarrollándola a la luz del Concilio Vaticano II. Sínodo (sýn-hodós: camino que se hace juntos, comunión en el camino) es parte de la realidad constitutiva de toda la Iglesia. Un proceso que refuerza la comunión con Cristo y con los hermanos y hermanas, abre a la participación y a la corresponsabilidad, e impulsa a la misión evangelizadora.
Periferias. Tanto geográficas como, sobre todo, existenciales: los pobres social y espiritualmente, que se ven privados del amor. A estas periferias debemos acercarnos prioritariamente, porque son lugares teológicos. Así entendemos las opciones del Papa en los países que visita, la gente que recibe, incluso en la procedencia de los cardenales que crea.
Reforma. Entendida desde los criterios del Evangelio, desde la centralidad de Cristo. La fuerza es enorme y supera costumbres, vence rutinas, enciende los corazones. La reforma en las estructuras es consecuencia de ello. Teniendo en cuenta los criterios de coherencia (ad intra) y de misión (ad extra).
El Papa Francisco me nombró obispo y me encargó colaborar en el proceso sinodal en curso en la Iglesia. Le estoy muy agradecido por su confianza y procuro entregarme a esta tarea con todas mis fuerzas: desde la humildad, el entusiasmo y la disponibilidad. Hoy una vez más, como el día de mi ordenación episcopal, renuevo mi fidelidad y obediencia al papa Francisco, sucesor de Pedro. Rezo por él cada día. Y agradezco de corazón al Señor el don de estos diez años de Pontificado, que nos recuerdan la centralidad de la misericordia, la apertura al Espíritu y el dinamismo evangelizador.