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Foto del escritorOSA Curia

Ratzinger, en el recuerdo

Monseñor Luis Marín OSA, obispo de Suliana y subsecretario del sínodo de los obispos, nos hace llegar esta pieza sobre la influencia del Papa Benedicto XVI, "el Papa teólogo", en su camino de fe y en el de toda la Iglesia


Siempre me ha gustado la teología de Joseph Ratzinger por su sólida fundamentación, su claridad y su precisión. De sus libros los dos que, en su momento, como estudiante, me impresionaron más fueron Introducción al cristianismo y Escatología. Luego, como profesor, he leído casi toda su producción teológica, especialmente las obras de eclesiología, y he descubierto también la belleza de los textos referidos tanto a la liturgia como al ministerio sacerdotal (estos últimos recogidos en sus obras completas con el título Predicadores de la palabra y servidores de vuestra alegría). Ahora estoy leyendo y reflexionando los escritos de espiritualidad, bastante dispersos. Son de gran provecho. Por lo que se refiere a la persona, mi recuerdo más antiguo es de 1990, cuando inicié los estudios de Dogmática en Roma. Casi todas las mañanas me cruzaba en la Plaza de San Pedro con el cardenal Ratzinger, que se dirigía a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Caminaba ligero, con una cartera en la mano, vistiendo sotana cubierta por un abrigo y con una boina negra en la cabeza. Saludaba breve y amablemente a cuantos se lo solicitaban. Luego he coincidido con él en algunos cursos y conferencias. Cuando vine a Roma en 2008, ya era Papa y estábamos casi a la mitad del Pontificado. Descubrí al Benedicto XVI pastor: cercano y sorprendentemente popular. Y confirmé tres de sus características principales: humildad, amor a la Iglesia y libertad. Que resultaron evidentes en su renuncia.


Del tiempo posterior recuerdo con viva emoción el encuentro que mantuvimos con el ya Papa emérito en su residencia del monasterio Mater Ecclesiae el 14 de noviembre de 2015. Como señaló entonces el P. Alejandro Moral, Prior General de la Orden de San Agustín, fuimos principalmente para agradecerle las constantes referencias agustinianas de su Pontificado. Especialmente su visita a la tumba de San Agustín en Pavía el 22 de abril de 2007, las cinco catequesis sobre el Santo Obispo de Hipona en enero-febrero de 2008 y la creación cardenalicia de nuestro hermano Prosper Grech en el consistorio del 18 de febrero de 2012. Benedicto XVI, ya con algunos problemas de movilidad, presidió la Eucaristía. Luego, sentado en una butaca, dialogó con nosotros, invitándonos a continuar profundizando en el pensamiento teológico y espiritual de San Agustín, a quien llamó “nuestro común amigo”. Y se refirió a la fascinación que su figura ejerció muy pronto sobre él: “me ha acompañado siempre”.


"Un hombre muy amable, cordial, de mente despierta, agudo y preciso. Un cristiano para quien Cristo era, de verdad, la razón de su vida y la clave su amor a la Iglesia"

Le atrajo su humanidad, su actualidad, su cercanía en el camino de la búsqueda y experiencia de Dios. Después le regalamos el facsímil del Liber Chronicarum, un incunable editado en Nuremberg en 1493, cuyo original se encuentra en la biblioteca del Monasterio de Santa María de la Vid (Burgos). Narra la historia del mundo y consta de más de 1800 xilografías coloreadas. Su reacción fue sorprendente: “no merezco un regalo así”. Luego adivinó la fecha del libro y comentó algunas de sus ilustraciones. Nos despedimos con su bendición, llevándonos el recuerdo de un hombre muy amable, cordial, de mente despierta, agudo y preciso. Un cristiano para quien Cristo era, de verdad, la razón de su vida y la clave su amor a la Iglesia.


Ahora Joseph Ratzinger/Benedicto XVI, tras una larga vida, ha culminado su aventura terrena. Si bien el desgaste progresivo ha supuesto una despedida muy prolongada, el final llegó rápido, casi de improviso. Nació el sábado santo de 1927, se fue el último día del año 2022. Su Pontificado, entre el de dos Papas de la importancia de Juan Pablo II y Francisco, cada uno con una personalidad y estilo propios, pero ambos de enorme influencia, no se reduce a una mera transición. Benedicto XVI, el Papa teólogo, ofrece luz a toda la Iglesia y es un seguro punto de referencia al que acudir. Así como él invitaba a leer y releer los textos del Vaticano II, yo también invito a leer sus obras. A disfrutar de ellas y a obtener fruto abundante para la vida cristiana.


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